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lunes, 16 de abril de 2018

Reseña: Hienas - todo por el morbo (2018)




Hienas es una banda conformada en Santiago por un puñado de amigos. En la actualidad, la integran: Matías Ogaz en guitarra y voz, Carlos Navarrete en bajo y Gustavo Pinto en batería. “Todo por el morbo” es su primer trabajo de larga duración.
Con un periplo que se remonta a 2012, según declaran en su sitio de Bandcamp, su primer trabajo en estudio se concreta sino tras tres años de rodaje. Una producción breve, homónima, de cinco canciones, de más o menos veinticinco minutos, y cuyo contenido fue el plato fuerte de las presentaciones de la banda tiempo atrás. Cuenta con un sonido crudo y de cochera, y un cierre magníficamente hipnótico como es la pista titulada MMXIV (¡que también cierra esta última placa!).
Después de unas pinceladas biográficas, el plato de entrada, conocimiento por comparación. Esta banda mezcla, de acuerdo a mi juicio, expresiones de una maraña de estilos, sonidos y estructuras sonoras cuya clásica etiqueta ha sido stoner, sludge, psicodélico, grunge y un poco de esa influencia particular –no digamos alternativa- de bandas como Tool (por ejemplo). Quizás los miembros de la agrupación aunaron sus divergencias musicales en vista de un objetivo común, pero siempre iluminados por la senda de un rock bien agresivo. Temo expresar nombres como influencia, pero no puedo dejar de decir Kyuss (hoy Vista Chino).
Del primer trabajo hay algunas canciones que se repiten en esta producción, eso sí, con un sonido masterizado y mucho más contundente. “Todo por el morbo”, poco menos de cuarenta minutos, ocho canciones. El álbum coloca velocidad al inicio, suena potente. Continuum es el cable conductor de la electricidad del resto de los minutos iniciales. A veces suena adelante el bajo o la batería, como las hienas, caracterizadas por vocalizar su inquietud. Espejismo y Diablito suelen expresar esa rabia, esa indignación característica de los nacidos entre la última mitad de los ochenta y el primer lustro de los noventa.
Pasan los minutos, voy en picada por fractales de sonido. Escribo estas líneas en la suspensión de mi piel entre distintos cuerpos. A veces, salto de la adrenalina. Jóvenes contra la juventud, como una paráfrasis de un conocido tema de Sonic Youth, pero en lugar del fascismo, es estar contra esa juventud que no parece tener juventud. Escribo mientras vuelvo a escuchar el disco. Cuando acaba 2014,  termino de revisar estas letras. A la vez que pasan las palabras y los sonidos, pienso en esa casa en llamas que guarda la portada del álbum. Madre dime y Morbo son momentos de notar en la segunda reproducción. La música también arde.
Pese a lo bueno, cabe agregar que este es un álbum cuyos derroteros no son claros. Da la impresión que es un trabajo a medio madurar, aunque su ambigüedad entre un fruto dulce y un fruto ácido puede volverse interesante, pero no menos complicada. A algunos puede parecer preocupante. A otros, excitante. Sin embargo, definir el estilo y las influencias no basta para crear, sino que para ponerse de pie e ir en busca de la voz propia. Un riesgo si se quiere lograr con un primer trabajo de larga duración, sin embargo, la templanza es una virtud de largo aliento para productos del intelecto humano aún más ambiciosos. ¿Las fichas acaso estarán puestas en otro lado, en presentaciones en vivo o quizás una segunda producción?
De lo dicho precedentemente, resulta valioso creer que en crear sin saber hacia dónde ir, está en el emplazamiento a los otros, a decodificar el mensaje o a escribir o hablar sobre el producto artístico (¡y disentir!). Eso es morbo. El interés malsano por los otros, una atracción hacia acontecimientos que pueden parecer desagradables, la delgada línea entre lo prohibido y lo permitido, los tabúes, el vómito, en fin. Musicalmente, el trabajo tras bambalinas es un buen acierto y la unidad entre cada canción, que pese a una leve desprolijidad, merece un espaldarazo.

Para cerrar: Uno de los desafíos más estimulantes después de completar un trabajo, reside en la posibilidad de diferenciarlo del anterior. O quizás también sea, la posibilidad de hacerlo crecer. Ahí es donde está el futuro de estos muchachos que parecen tener un estilo madurado, el desarreglo de las formas sonoras, una enfermedad. Se abren las puertas del morbo, una y otra vez.




autor: Nicolás López-Pérez

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