Hienas es una banda conformada en
Santiago por un puñado de amigos. En la actualidad, la integran: Matías Ogaz en
guitarra y voz, Carlos Navarrete en bajo y Gustavo Pinto en batería. “Todo por
el morbo” es su primer trabajo de larga duración.
Con un periplo que se remonta a
2012, según declaran en su sitio de Bandcamp, su primer trabajo en estudio se
concreta sino tras tres años de rodaje. Una producción breve, homónima, de
cinco canciones, de más o menos veinticinco minutos, y cuyo contenido fue el
plato fuerte de las presentaciones de la banda tiempo atrás. Cuenta con un
sonido crudo y de cochera, y un cierre magníficamente hipnótico como es la
pista titulada MMXIV (¡que también cierra esta última placa!).
Después de unas pinceladas
biográficas, el plato de entrada, conocimiento por comparación. Esta banda
mezcla, de acuerdo a mi juicio, expresiones de una maraña de estilos, sonidos y
estructuras sonoras cuya clásica etiqueta ha sido stoner, sludge, psicodélico,
grunge y un poco de esa influencia particular –no digamos alternativa- de
bandas como Tool (por ejemplo). Quizás los miembros de la agrupación aunaron
sus divergencias musicales en vista de un objetivo común, pero siempre
iluminados por la senda de un rock bien agresivo. Temo expresar nombres como
influencia, pero no puedo dejar de decir Kyuss (hoy Vista Chino).
Del primer trabajo hay algunas
canciones que se repiten en esta producción, eso sí, con un sonido masterizado y
mucho más contundente. “Todo por el morbo”, poco menos de cuarenta minutos,
ocho canciones. El álbum coloca velocidad al inicio, suena potente. Continuum es el cable conductor de la
electricidad del resto de los minutos iniciales. A veces suena adelante el bajo
o la batería, como las hienas, caracterizadas por vocalizar su inquietud. Espejismo y Diablito suelen expresar esa rabia, esa indignación característica
de los nacidos entre la última mitad de los ochenta y el primer lustro de los
noventa.
Pasan los minutos, voy en picada
por fractales de sonido. Escribo estas líneas en la suspensión de mi piel entre
distintos cuerpos. A veces, salto de la adrenalina. Jóvenes contra la juventud, como una paráfrasis de un conocido tema
de Sonic Youth, pero en lugar del fascismo, es estar contra esa juventud que no
parece tener juventud. Escribo mientras vuelvo a escuchar el disco. Cuando
acaba 2014, termino de revisar estas letras. A la vez que
pasan las palabras y los sonidos, pienso en esa casa en llamas que guarda la
portada del álbum. Madre dime y Morbo son momentos de notar en la
segunda reproducción. La música también arde.
Pese a lo bueno, cabe agregar que
este es un álbum cuyos derroteros no son claros. Da la impresión que es un
trabajo a medio madurar, aunque su ambigüedad entre un fruto dulce y un fruto ácido
puede volverse interesante, pero no menos complicada. A algunos puede parecer
preocupante. A otros, excitante. Sin embargo, definir el estilo y las
influencias no basta para crear, sino que para ponerse de pie e ir en busca de
la voz propia. Un riesgo si se quiere lograr con un primer trabajo de larga
duración, sin embargo, la templanza es una virtud de largo aliento para
productos del intelecto humano aún más ambiciosos. ¿Las fichas acaso estarán
puestas en otro lado, en presentaciones en vivo o quizás una segunda
producción?
De lo dicho precedentemente,
resulta valioso creer que en crear sin saber hacia dónde ir, está en el
emplazamiento a los otros, a decodificar el mensaje o a escribir o hablar sobre
el producto artístico (¡y disentir!). Eso es morbo. El interés malsano por los
otros, una atracción hacia acontecimientos que pueden parecer desagradables, la
delgada línea entre lo prohibido y lo permitido, los tabúes, el vómito, en fin.
Musicalmente, el trabajo tras bambalinas es un buen acierto y la unidad entre
cada canción, que pese a una leve desprolijidad, merece un espaldarazo.
autor: Nicolás López-Pérez
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